“El terrorismo golpeó fuerte las zonas cafetaleras de la selva central. La violencia fue brutal. Trajeron mucho retraso”, sostiene.
El olor que Geni asocia con su niñez es el de los cafetales de la selva central. Él nació en Andahuaylas (Apurímac), pero a los ocho meses sus padres migraron a una comunidad de Chanchamayo (Junín), donde vivió hasta que terminó la primaria. Ahora, continúa con la tradición familiar, pero como gerente de la Central Café & Cacao, una asociación que agrupa trece cooperativas conformadas por diez mil productores de café del oriente, centro y sur del Perú.
A través de esa institución ha logrado captar recursos de la Cooperación Internacional y del Estado peruano. Así logró instalar una tostaduría en Zárate que produce entre diez y doce toneladas de café tostado al mes. Su amor por ese grano ha sido reconocido por la Embajada de Estados Unidos, que le pidió a Geni vender el producto en sus instalaciones para todos los diplomáticos norteamericanos. Para esta entrevista, él nos recibe en su oficina con una taza de café recién hecho.
¿Cómo empezó en el mundo del café?
Yo soy hijo de cafetaleros, crecí en un cafetal en la selva central, en una comunidad del distrito de Perené, provincia de Chanchamayo. Mis padres siempre tuvieron la misión de que sus hijos se eduquen, por eso cuando terminamos la primaria nos mandaron a San Ramón (Junín) y luego, cuando cumplí diecisiete, vine a Lima. Yo estudié en la Universidad Nacional Agraria La Molina, me gradué como ingeniero agrónomo. Justo por esos años, cuando terminé mi carrera, el Ministerio de Cultura buscaba especialistas en café y yo ingresé a su proyecto. Luego me llamaron para esta ONG y desde 2003 estoy aquí. Por eso puedo decir que viví y vivo del café, por ello mi compromiso es agregar valor a este producto con el objetivo de que llegue el beneficio hasta el productor, porque ellos tienen que vivir mejor y educar a su familia.
¿En qué año llegó a Lima?
En el 84.
Entonces vivió el terrorismo.
El terrorismo golpeó fuerte las zonas cafetaleras de la selva central, no solo Sendero Luminoso, sino también el MRTA y el Comando Rodrigo Franco. La violencia fue brutal. Recuerdo que en el 93 había terminado la universidad y estaba haciendo la parte práctica de mi tesis en mi chacra y de pronto apareció una columna de quince terroristas armados de Sendero Luminoso. Nos secuestraron tres días. ¡Estuvimos en pánico! Al tercer día se fueron los señores, nosotros no sabíamos nada, pero luego nos enteramos de que los terroristas se habían dividido en dos grupos y habían ido a matar a dirigentes de la cooperativa de la comunidad. Asesinaron a seis conocidos míos. Todo lo habían planificado en la chacra, mientras nos tuvieron encerrados en nuestras propias tierras, pero no podíamos hacer nada.
¿Ese fue el único episodio de violencia?
Los terroristas hostigaban a todos los cafetaleros exigiendo cupos, víveres, ropa. Uno por miedo a que lo maten tenía que dar. Los productores de café han soportado diez años ese problema. Pero el día que nos secuestraron fue la última vez que vi terroristas en la zona. Ellos hicieron mucho daño al sector café, trajeron mucho retraso.
¿Es complicado que ingrese café peruano a los supermercados nacionales?
A nivel de supermercados, compites con cientos de marcas de café orgánico que quieren entrar a vender de manera masiva, pero las grandes tiendas se toman su tiempo para evaluarnos. Cuando el producto no es tan conocido, es mucho más complicado. Por ejemplo, nosotros, con Puma Cofee, nos demoramos cuatro años para que nos acepten.
Pero usted desde antes ya vendía su café en la Embajada de Estados Unidos.
Sí, somos la única cafetería dentro de la embajada. Los norteamericanos tienen una fuerte cultura cafetalera y cuando probaron la calidad de nuestro producto, nos dijeron que querían una cafetería en la embajada. Empezamos con un módulo pequeño pero bonito y fue un éxito. Luego, en la embajada funcionaba una biblioteca, pero ya no iba gente, entonces un día nos ofrecen poner una cafetería ahí y aceptamos. Lo montamos en un par de meses en 2015 y ahora tenemos tres puntos de venta dentro de la embajada.
Da la sensación de que nuestro grano es más apreciado afuera. ¿Por qué cree que pasa eso?
El café es un cultivo introducido al Perú, no es oriundo como la papa o la quinua. Su producción tiene una antigüedad de 70 u 80 años y se implementó en nuestro país pensando en exportarlo, no para consumo interno. Esto es porque la gran industria del café está en Canadá, Estados Unidos y Europa, ellos tienen una larga trayectoria de consumo de café. Eso, comparado con nuestro mercado joven, hace la diferencia. En el Perú hay poca cultura cafetalera, después de almorzar, ¿tú qué tomas? Si no es una gaseosa es refrescos. Consumimos poco café.
Eso es paradójico porque los productores peruanos han obtenido muchos premios.
Sí, estamos ganando muchos concursos que reconocen la alta calidad de nuestro café a nivel internacional.
¿Qué tanto potencial cree que hay en nuestro mercado?
Perú tiene muchísimo potencial de consumo de café. El punto es pensar en qué estrategias debemos desarrollar para que la gente se enganche con nuestra bebida. Ahora, por ejemplo, los jóvenes tienen la moda de ir a tomar café, pero en tiendas donde el grano es de calidad promedio. El consumo va creciendo, pero hay que ver la forma de que prueben el grano peruano y noten su alta calidad. En Perú se consume más café instantáneo, pero el grano tostado tiene muchos más beneficios. Creo que el Perú está lleno de mitos sobre el café, por ejemplo, que causa adicción, pero eso es falso. Hay muchos estudios de universidades prestigiosas que han demostrado que el café es un energizante natural y un antioxidante que incluso ayuda a prevenir el cáncer. Debemos apostar por probar nuestro producto y estoy seguro de que poco a poco empezará a formar parte de los hábitos de los peruanos.
AUTOFICHA
“Nací en abril de 1966. Mis papás son Darío Fundes y Julia Buleje. Estoy casado, tengo dos hijas y una gatita que se llama Botita. Ella desde hace tres años que nos acompaña, la adoptamos directamente del Parque Kennedy en Miraflores. Es la engreída de la casa, la queremos mucho”.
“Tomo entre tres y cinco tazas de café tostado al día. Veinte minutos después de cada taza, me siento con más ganas de trabajar, de hacer mis cosas. Los fines de semana inundo toda mi casa con el aroma de café recién hecho, así despierto a toda mi familia”.
“En el Perú hay alrededor de 150 catadores profesionales de café acreditados por el Coffee Quality Institute. El impacto de estos jóvenes en la industria hace que los precios del quintal de café suban y al final se beneficia el productor. También somos los organizadores de campeonatos de café”.